miércoles, 14 de diciembre de 2011
Corazón Delator
domingo, 6 de noviembre de 2011
Extraño a mi abuelo.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Capitán de Mil Silencios.
sábado, 13 de agosto de 2011
De Rojo Sangre y Blanco Inmaculado
viernes, 22 de julio de 2011
Séptimo Día
lunes, 27 de junio de 2011
De ambiciosos vacios
lunes, 6 de junio de 2011
Black Shoes
viernes, 29 de abril de 2011
Mueca
Walt Whitman
sábado, 2 de abril de 2011
De Pie, Los Caidos.
martes, 8 de marzo de 2011
Todos se van a Morir (Parte Segunda)
Mi cuerpo inerte, solo resaltado por la brillantez de mi infantil sonrisa, yacía bañado en sangre en aquella bañadera oscura, en ese baño de azulejos blancos y negros tan cinematográfico como de terror. O por momentos rodaba por sobre la luneta de un auto mientras estallaban en el aire y cortaban mi rostro infinitos cristales, para dejar mi mullido cadáver en el asfalto, como cuando soñé que caía desde un piso bien alto..
jueves, 3 de marzo de 2011
Todos se van a Morir (Parte Primera)
Confucio.
lunes, 21 de febrero de 2011
Sobre la línea de Cal.
Al ruso Prátola,
Y a todos los que moriríamos en una cancha,
Como por cualquier causa justa.
Prefiero perder una batalla por mis sueños,
que ganar una lucha sin saber porqué lo hago.
El pinchazo que había sentido en el vestuario, finalmente inundó su corazón. Llevaba la pelota pegada a la raya cuando esa fuerza cósmica que atrapó con un imán a su pecho lo dejó tendido en el suelo, contra la línea lateral. El estadio enmudeció varios minutos, que en un fútbol como el nuestro, siempre son eternos. Entre el sopor de ver su vida pasar delante de sus ojos, escuchó de fondo llorar a su compañeros. Y también creyó oír gritar a Laura, que había abandonado su casa minutos antes del partido, sin que él pudiese saberlo. Aun así, no pudo evitar distraerse cuando vio aquel golazo que había hecho en el campito hace tantos años, y le faltó mucho valor para enfrentarse a su abuelo, que lo miraba desde un poco más arriba y le susurraba todavía no, no te vayas campeón, juguemos un ratito más. Despertó entonces sobresaltado, rodeado de médicos que de inmediato volvieron a acostarlo, como si no hubiesen buscado desesperados que se pueda levantar.
Fueron días oscuros, los angelitos ya no visitaban sus sueños, pero tanta medicina lo perdía un poco en la realidad. No podría precisarse entonces cuanto tiempo pasó entre que alguien le dijo “tuviste un infarto, boludo, que cagazo nos hiciste pegar” ni tampoco cuanto tiempo le costó entender que por mucho que pregunte por Laura, ella no quería verlo más. Cuando la mente se encontró un poco más liberada, a regañadientes aceptó que Favaloro era un genio, pero que la vida le había sacado las razones para querer sentir su corazón palpitar. La gente del club lo llamaba, obvio. Pero lógicamente, desconocían la gravedad de la cuestión. ¿Cómo él no entendía que ya no podía jugar? En algún lugar de su alma tan drogada, en la que los sueños de ser feliz todavía sobrevivían, el depositó su razón y se levantó un día de la cama para ir a entrenar.
Burocracia y meses de lucha. Había imaginado este final tan pocas veces, por no decir nunca, que no podía entender algo tan simple como el dominio de su libertad. Le explicaron que su intento de razonar con suerte de eutanasia era en vano. Decepcionado y asqueado, intento probar suerte en otro club, pero la suerte fue la misma. Entonces lo intentó en otra categoría, con idéntica respuesta. Dio conferencias en varios países, algunos en donde el fútbol ni siquiera era renombrado, pero con la asistencia conmovida por tan incesante pelea de vida.
Dos años pasaron. Y algunos cortes en la muñeca. Todos tenemos momentos de desosiego, supongo. Llevar la pelota hasta cuando iba al baño no alcanzo para poderlo rescatar. Pero finalmente, su espíritu triunfaba y tantos adeptos ganó su guerra contra la vida que le imponían, que se convirtió en una figura popular. Entonces sólo recibió muestras de afecto, incluso algunas ajenas o contra su causa, pero parte del afecto, en sí. Porque la gente necesitaba un héroe, alguien que diera lo poco que tenia por una causa para todos perdida. Después de un tiempo, ya nadie pudo decirle loco. Porqué, después de todo; ¿No es para eso que venimos? ¿No pasamos la mitad de nuestro tiempo intentando averiguar para que estemos en este mundo? Él ya lo sabía y todos podían notarlo. Por eso la presión de la gente fue tan grande, que no tuvieron más alternativas que aceptar.
Para otro capítulo quedara amigos, la otra lucha, la de poderes e intereses que hubo en los clubes que lo quisieron contratar. Esto no solo era un juego, el más lindo de todos, sino un circo de intereses donde su figura estaba en primer lugar. El estadio obviamente, estaba lleno. Después de años de espera, jugaba el ídolo popular, al que algunos, locos y cancheros, le atribuían milagros. Se vendían banderas con su nombre; más de uno antes del partido mostraba ante las cámaras un tatuaje con su cara, o algún souvenir de dudosa procedencia que aseguraban, habían obtenido al haberlo ido a visitar.
No hubo pinchazo. El estadio reventaba y desde el vestuario, él podía escucharlos. Pero este no era un partido homenaje, porque, esa era la condición impuesta a los dueños del marketing, él jugaba para ganar. Fue entonces ese capitán silencioso, el que no dice ninguna palabra pero al que con su ejemplo, sus compañeros no podían fallar. Reflexionó al fin y vio de nuevo el gol en el campito, escuchó gritar a Laura, que se había casado y estaba andá a saber en qué parte del mundo, vio a su abuelo emocionado con toda claridad. Río con ganas entonces y fue ahí, cuando, desesperado, lo increpó el técnico, ese que también era su amigo y al borde del llanto apenas pudo expresar: “¿A vos te parece negro, jugarse la muerte en un partido?” Entonces él, conmovido pero ya corriendo para la cancha, le alcanzo a gritar: “No negro, esto para mi es la vida... Y mucho más”.
Y en la inmensidad del estadio, un solo grito, que no es de gol, sino de triunfo. Y no estaban festejando la victoria del equipo, porque la victoria era solo suya y de nadie más. Y en la inmensidad del estadio, una última sonrisa, cayendo... Besando la hierba, al lado de la línea de cal.
Leo Timossi 21/2/2011
lunes, 14 de febrero de 2011
Charla con mi Abuelo.
sábado, 5 de febrero de 2011
Bestia.
Le gusta al frió monstruo entrar en calor al sol de las conciencias limpias.
Friedrich Nietzsche.
Corrí lejos suyo duramente meses, tan alejado que por momentos me convencí de haberlo ahuyentado. Nunca pude, admito, dejar de mirar atrás para ver si el todavía me perseguía. Finalmente me detuve y escondí tras un árbol, para descansar. Fue un tiempo tan prolongado, que no reparé en observar que pasaba conmigo. Aquel mounstro me había atormentado tantos años, que el miedo me impidió ver lo que necesité. Me siguió a todas partes, atacando a las personas que siempre amé.
Pero mientras corría, la paz se fue adueñando de mi. Lo analice de muchas maneras y me dije que la más probable era que ya no tenía con quien, ni porque pelear. El mal humor y el miedo se borraron de mi entonces y empecé a analizar volver a vivir. Conocí nuevas personas. Probé nuevas cosas. Y me olvide por un tiempo que el mounstro estaba ahí.
Pero una noche, de esas que creí perdidas, jugando a las escondidas con la bestia me encontré. Tenía los ojos rojos y la mirada algo perdida. Las venas de sus brazos estaban profundamente marcadas contra su piel, roja como el calor del fuego. No obstante no pudo verme ni parecía dar conmigo, su sola presencia me alteró. ¿Cómo animarse de nuevo al amor y a la vida con aquel mounstro al acecho? ¿Qué tan irreal era aquel asesino si el espejo lo reflejó? ¿Cómo se hace para matar a alguien, que todo este tiempo fui yo?
Leo Timossi 5-2-2011
martes, 1 de febrero de 2011
Spark
No habían existido más señales de algo extraño a mi alrededor (cierto era que aun no le había dado tiempo) cuando puse el pie en el ascensor. El edificio de siempre, el departamento de siempre. Alejarme de Mar del Plata, ahora admito, me provocaba cierto alivio después de mi última visión. Razoné que, al estar rodeado de mis amigos, estaba más liberado a mi instinto y que tal vez eso influyó en mis percepciones. Ya inmerso en la familia entonces, crecían mis chances de ser algo normal. A pesar de mis inminentes veinte años, aun me sigo sintiendo protegido por mi padre. Supongo que hay lazos que uno no puede romper, sobre todo cuando uno crece creyendo ver gente que no existe más.
Estos días han transcurrido sumamente raros o mejor dicho, inusuales. Cualquiera puede pensar que escuchar ruidos en una habitación ocupada por adolescentes es parte de cirscuntancias normales (que taquillero y emocionante para mi sería exagerar esta parte de la historia, aduciendo que ese departamento lleva años desocupado) pero ese cualquiera puede jurar que esos ruidos son sonidos jamás escuchados. Y esa habitación esta encima de mi.
Es un edificio chico, normal en realidad para este lugar. Seis pisos de tres departamentos cada uno, una terraza doble con un lúgubre quincho clausurado con un oxidado candado. Es posible que haya cruzado ya a los propietarios del cuarto, incluso que hayamos bajado juntos del ascensor. Qué cara pondrían si les preguntase que son esos ruidos que escucho incluso ahora mismo, mientras escribo esto en el celular? Como si alguien muy pesado cayera y alguien lo quisiese arrastrar..
Pero el edificio me tenía más sorpresas que recién hoy quiso mostrar. La tormenta que anuncian hace varias horas todavía no quiso estallar. Como imaginan, llevo varias horas lejos de soñar. El calor pide a gritos una tormenta eléctrica, no asi mi alma tan inquieta. De todo esto ya pasó más de una hora. Y si, les aviso que pasó exactamente a las tres de la mañana, creer o reventar.
Estaba dando vueltas en la cama cuando la chispa que alumbró la ventana me sorprendió. Venía desde abajo del vidrio y creí escuchar cierta descarga. De no estar el cielo cubierto de nubes no hubiese dudado de que algo estaba por hacer corto y explotar. Pero era una probable noche de rayos y elegí creer que eso era. De qué otra cosa se podía tratar? No recordaba transformadores aparentes cerca del ventanal..
No pude con mi genio. La falta de sueño y esta nueva intranquilidad pudieron conmigo y me asomé por la ventana de la cocina para ver si había comenzado a llover, ya que los ventiladores no me dejaban escuchar. Nada. Admito que no pensé ni un segundo relacionar los ruidos con aquella chispa misteriosa. Quizá esto me haga un iluso o un brillante detective. Puedo escribir lo que sigue, pero aun no conozco el final.
Los murciélagos revoloteaban intranquilos de la misma forma que chillaban, probablemente buscando cubierto para cuando la lluvia decida comenzar. Recordé con resignación que la ventana del baño estaba abierta. Estando en un quinto piso y en un día como este, nuestro sanitario parecía un lujoso sitio para pernoctar. Cerré la puerta con apremio, ni siquiera me tomé el tiempo de fijarme si alguno había alcanzado a entrar. Me acosté de nuevo pensativo, convencido ya de que dormir era utópico. Justo a tiempo para ver otra chispa brillar.
Me vestí tan rápido como pude y ya en el pasillo, subí los pocos escalones que me separaban de la puerta del ascensor, sin analizar lo cerca que estaba del sexto piso. Llamé al ascensor, que sonaba defectuoso subiendo desde uno o dos pisos más abajo. Abrí la despintada reja corrediza (digna de una vieja película de terror) y subí en el más inquietantes de los silencios. Pero antes de que pudiera apretar el botón de planta baja, el viejo aparato ya descendía otra vez.
La luz del pasillo!- Gritó una voz adentro mío. Estando a oscuras las luces de los corredores y escaleras de los seis pisos, yo no tenía ninguna posibilidad de ver la cara de quien iba a subir conmigo al ascensor. La tenue luz que emana el elevador apenas me dejaba distinguir mis propios pantalones. Y siendo sinceros, que alguien este despierto a las tres de la mañana, usando el mismo medio que yo no era una situación habitual. El cacharro se detuvo en el tercer piso, que como yo esperaba, tenia la luz apagada. Espere un segundo que alguien se subiera, un segundo que fue eterno pero interiormente yo sabía lo que estaba pasando. Abrí la puerta violentamente y alumbré como pude con el celular. La sangre se me puso helada, una vez más como yo esperaba: El pasillo aparecia desierto, no había nadie para abordar.
Cerré la puerta sin ver y apreté “PB” con desesperación. Solamente tardó seis segundos, en los que pasaron por mi mente millones de cosas. La chispa, el ruido, los murciélagos, la nena de Mar del Plata.. Salí del ascensor tan rápido como y nada me sorprendió ya, porque ni bien cerré la puerta, este se movia otra vez y me quede mirando el tablero para ver donde se detenia, aunque ya lo sabia, la verdad. El Ascensor se quedó en el tres.
Pegué la oreja a la puerta, inseguro de querer escuchar si alguien subia pero sin poderlo evitar. Nada. La quietud se hizo uno con el edificio, de nuevo incluso por un segundo, mi corazón pareció colaborar. Intenté de nuevo. Apreté el botón y el elevador bajó hasta donde yo estaba, instantes después, el tercer piso lo volvió a llamar. Me encogí de hombros y resignado, di media vuelta. Existia una razón bastante simple para explicar esto, tanto como decir que el botón del tercer piso se había trabado. Pero dentro mio había tantas razones que invitaban a lo contrario..
Abrí la puerta que me separaba de la calle con la llave ya preparada y saltando el cantero, hice lo propio con la reja que separaba las cocheras, demasiado perturbado como para destrabar. Me acerqué al patió donde estaba mi auto e intenté encontrar la fuente de la chispa: Ni siquiera un cable que pudiese producir cierta tensión. Solo vi dos tipos en la ventana del primer piso a los que debo haber asustado, por lo que hice girar las llaves en mi dedo para que las escuchen y vean que era de ahí, que podía haber abierto (aunque no lo hice) y que no era un ladrón.
Tenía una nueva preocupación, que ha decir verdad, ahora veo insignificante, como era lidiar con la policía. Mal que me pese entonces, debía entrar y usar rápido el ascensor. Una vez adentro, la escena se repitió. Aquel puto cacharro se movía solo, endemoniado. Intenté frenarlo y abrí la puerta entre el uno y el dos. Se detuvo, pero al cerrar la puerta nuevamente, entendí que iba a terminar de nuevo en el tres.
Esto pasó y yo no les miento, cerré los ojos. Sinceramente, no sé porque estoy escribiendo, con qué finalidad, tan desesperado como para escribirlo como borrador de celular. Quizá sea mi triste docencia, mi manera de advertir al mundo o de anticipar mi muerte. Porque yo, ya con los ojos cerrados y confinado en ese viejo ascensor en el oscuro tercer piso, escuche a esa nena reír y después gritar.
Leo Timossi 26-1-2011
sábado, 15 de enero de 2011
Despedida
Vacaciones. El blog se toma vacaciones web, pero no en mi mente. Espero encontrar (o no) motivos para escribir nuevos textos. Hasta febrero no nos encontramos, pero antes, les quiero dejar lo último que escribí, esta mañana. No es muy bueno, pero si sincero, y fue escrito como borrador del celular.. Un saludo para todos.
Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida
Mario Benedetti
Hubiese creído que era un sueño, de no haber sido tan palpable, tan real, el movimiento de tu respiración. Aun con el ventanal a mis expensas, no tuve compasión con mi mirada desafiante. Observé divertido cada uno de tus movimientos, incluso aquel que obligó a mis brazos a soltarte. La paz en tu expresión aumentó todavía más mi miedo que me veas al despertarte. Esto se alejó millas de lo que pude haber planeado. Pocas cosas son ahora comparables con la tentación de arrancarte la boca, y aunque hace horas que tengo que irme, tu sonrisa muda me niega alejarme. Ojala pudiese saber que estas soñando. Ojala tuviese el valor de no dejarte.
Leo. 14./1