martes, 8 de marzo de 2011

Todos se van a Morir (Parte Segunda)

El resurgir del mal, se basa en esa revancha que en el fondo siempre queremos, el poder. 
Luis Gabriel Carrillo Navas


















Mi cuerpo inerte, solo resaltado por la brillantez de mi infantil sonrisa, yacía bañado en sangre en aquella bañadera oscura, en ese baño de azulejos blancos y negros tan cinematográfico como de terror. O por momentos rodaba por sobre la luneta de un auto mientras estallaban en el aire y cortaban mi rostro infinitos cristales, para dejar mi mullido cadáver en el asfalto, como cuando soñé que caía desde un piso bien alto..

La gente,  que aparecía de todas formas y desde ningún lado al mismo tiempo, lloraba desconsolada. Las acusaciones, aquellos furiosos gritos de culpa rasgaban el aire como un rayo en una noche tranquila. Y en el fondo de la escena, mi mirada sin vida. Los ojos vacios contemplando la nada misma y nadie abrazándome, nadie que intentara resucitarme. No podría explicarse que tan excitante era para mí imaginar mi propia muerte. Dedicaba, con sumo empeño varias horas al día en soñar una muerte lo suficientemente poética como para dejar una enseñanza.

Mientras tanto, en el colegio las cosas no iban mejor.

Se corría por los patios detrás de las mujeres, en un claro contraste con los demás compañeros del turno mañana, que nos miraban con burla. Yo era el único que podía notarlo y estaba horrorizado, pero esa fuerza cósmica de la pelotudez no podía permitirme evitarlo. Finalmente, la primer parejita del curso se había formado y aunque noté progreso en las acciones, aun sentía que estábamos lejos de la madurez que mi otro yo había alcanzado.

En el curso no se hablaba de otra cosa. Ni de fútbol (las interminables charlas con Facundo, el único con quien siempre hable calmadamente, eran un bálsamo) ni de música ni de otra cosa. Carolina y Gonzalo, dar los primeros besos, las primeras fantasías, la curiosidad por saber que esconde el sexo opuesto debajo de sus ropas interiores se transformó inevitablemente en el centro de la escena.

El primer conflicto se desató entre mis dos personalidades. El yo escolar estaba a años luz de llegar al nivel de mis compañeros, me daban pánico las mujeres. El adulto, estaba muchos años más arriba que mis compañeros. Se perdió el equilibrio y desesperé. Para colmo, ella siempre seductora, me daba besos en la oreja, me decía cosas chanchas al oído. Y aunque yo sabía que no era fiel, no podía evitar soñar con ella, encontrarnos un día en cualquier cama para fundirnos en lo más profundo y desesperado, para despertarme después sin despertarme, sin ningún latido en el corazón. Y en un instante de lucidez, me vi solo en el límite. Y encontré lo que creía una solución, la más desesperada e increíble, ahora lo puedo ver. Sumido en el silencio de la clase, empujado por los gritos y aullidos de mi alma, me puse de pie en la clase, mientras todos estudiaban. Los miré con gravedad y señalándolos, les grite mi verdad: Todos se van a morir. Una catarata de risas invadió el salón. Yo advertía su futura muerte, ellos... Solo un chiste más.

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