sábado, 5 de febrero de 2011

Bestia.

Le gusta al frió monstruo entrar en calor al sol de las conciencias limpias.

Friedrich Nietzsche.


Corrí lejos suyo duramente meses, tan alejado que por momentos me convencí de haberlo ahuyentado. Nunca pude, admito, dejar de mirar atrás para ver si el todavía me perseguía. Finalmente me detuve y escondí tras un árbol, para descansar. Fue un tiempo tan prolongado, que no reparé en observar que pasaba conmigo. Aquel mounstro me había atormentado tantos años, que el miedo me impidió ver lo que necesité. Me siguió a todas partes, atacando a las personas que siempre amé.

Pero mientras corría, la paz se fue adueñando de mi. Lo analice de muchas maneras y me dije que la más probable era que ya no tenía con quien, ni porque pelear. El mal humor y el miedo se borraron de mi entonces y empecé a analizar volver a vivir. Conocí nuevas personas. Probé nuevas cosas. Y me olvide por un tiempo que el mounstro estaba ahí.

Pero una noche, de esas que creí perdidas, jugando a las escondidas con la bestia me encontré. Tenía los ojos rojos y la mirada algo perdida. Las venas de sus brazos estaban profundamente marcadas contra su piel, roja como el calor del fuego. No obstante no pudo verme ni parecía dar conmigo, su sola presencia me alteró. ¿Cómo animarse de nuevo al amor y a la vida con aquel mounstro al acecho? ¿Qué tan irreal era aquel asesino si el espejo lo reflejó? ¿Cómo se hace para matar a alguien, que todo este tiempo fui yo?

Leo Timossi 5-2-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias!