miércoles, 26 de diciembre de 2012

Excuse me.


Él lo sabía: Estaba fijo. El punto negro que había logrado divisar cuando sus ojos se hicieron uno con la penumbra no se había movido ni un milímetro por encima suyo, en el techo de su amplio dormitorio, en contra de sus expectativas. Los pies yacían anudados en la sábana tersa que debía cubrirlo, causándole cierto principio de claustrofobia. O no, sino que, en cierta forma, eso deseaba. Un pretexto para levantarse de la cama a las 3:25 de la mañana, a poco menos de cuatro horas de estar apretujado en el colectivo. Ese límite lo obligaba a chocarse con todas sus fuerzas contra esa pared invisible que lo separaba de estar durmiendo. Fue en ese entonces cuando se dejó concentrar boca arriba (posición en la que sabía, jamás lograría conciliar el sueño) en ese punto oscuro sobre su cabeza hasta que creyó que tenía vida. El punto, no él.

Se libró de las ataduras del lienzo que atesoraba sus pies y de un salto grácil se alejó de la cama hasta prender la luz. Ese falso movimiento del punto negro le despertaba una falsa necesidad de comprobar que no se trataba de nada. En efecto, solo era una mancha, tal vez de un golpe, tal vez de humedad. No parecía moderna sin embargo nunca había reparado en ella hasta aquella noche, no otra sino esta. ¿Por qué ahora lo notaba y no antes, cuando pudo hacer algo que la invitase a desaparecer?

Como un eco marchito, un golpe seco y liviano se dejó oír sobre el cielo raso de su cocina. Se detuvo unos segundos: No hubo réplica. Su cuerpo volvía a la cama cuando su mente lo convenció que, como hombre de la casa, era su deber comprobar que no se tratase de nadie dispuesto a colarse en su domicilio, aun así interiormente sepa que no era más que un gato torpe. Se sinceró, y aceptó que armarse y subir al techo no era más que otra excusa para alejarlo de la cama, que sin ella, estaba enorme y fría. Se preguntó porque necesitaba una coartada para escaparse: Estaba sólo, casi tan sólo como se sentía su alma. Nadie le iba a cuestionar a donde había ido, ni porque estaba despierto a esta hora de la madrugada faltando tan poco tiempo para ir a trabajar.

Aun así, se vistió y con una navaja en la parte atrás de su bermuda de jean, trepó al techo, ya más suelto de aceptarlo como distracción más que como defensa. Naturalmente, nada ni nadie se presentaba en aquella absurda altura más que un poco terrorífico tanque de agua. Se sentó por sobre donde se debía hallar el umbral de su puerta de entrada y, mirando a la luna, lloró un poco en silencio. Reflexionó, no demasiado, porque no se sentía tan vigoroso, por más navajas que jueguen entre sus dedos. Sí ella era consciente de sus limitaciones, ¿Por qué después de todo esperaba un cambio? Sí a una persona le molesta algo de otra, ¿No es su propio problema solucionarlo?

Antes de intuir una respuesta de su conciencia, enemiga número uno, se dejó seducir por la idea de saltar por los techos, de hacer una locura que lo canse lo suficiente como para poder dormir y no volver a despertarse. Tomó impulso, y de un salto, cayó en el tejado contiguo con el suficiente cuidado de no hacer demasiado escándalo. Fue un éxito y se envalentonó, porque se trataba de una acción extremo complicada.  Preso de la adrenalina, sacó la navaja y miró a su alrededor, buscando desafíos. La noche solo lo acompañaba, y el sonido de un auto invisible que viajaba lejos, tras varias manzanas. No tenía idea de que podía estar haciendo, pero estaba seguro de que no iba a estar acostada en su cama para su vuelta. Ya no necesitaba excusas. A nadie le importaba su vida. Mucho menos a él.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Impulso


Ámame cuando menos lo merezca... ya que es cuando más lo necesito.
Proverbio Chino


Al principio no me di cuenta. Una explosión electrificó mis sentidos y de repente la punta de los pies flotaban por sobre las baldosas desparejas.  No sé cuanto tiempo me dejé poseer aquel intruso violento que ansiaba gritar y matar al mundo, estimo que, por donde estoy ahora, deben haber sido tan solo un par de cuadras.

Lo que sí recuerdo es el desgano que sentí por la vida cuando tuve miedo de sentirte lejos. Y ahí, mientras la locura se desvanecía, un espasmo que nació del corazón me detuvo en seco. Miré para los dos lados: estaba solo. Hice una retrospectiva rápida a los sucesos que precipitaron la onda explosiva. Un dolor que paralizaba. Y entonces, algo inesperado. La pierna derecha perdió el equilibrio, y la izquierda no nos pudo sostener.  Me puse de pie con esfuerzo, pero se repitió el proceso, la derecha no quiso adelantar a la izquierda. Me sentía triste. Me faltaban fuerzas para alejarme de vos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Incertidumbre


Situación de conocimiento o de información imperfecta e incompleta en que se mueve el decisor respecto a su entorno y posibles desenlaces.


Podría cerrar estas palabras solo con la definición y aun así podría comprenderse lo que estoy tratando de decir. Este no es un texto que hable de la tristeza o de la felicidad; es un texto que le habla a la ignorancia, esa mediata que nos pone ansiosos por aniquilarla pero que nos lleva a las más inescrupulosas fantasías por imaginar el momento en el que desaparece y todo cambia para siempre.

Hace bastante que había transcripto estas palabras en mi cabeza que por alguna razón esquivaban este virtual papel. Fueron craneadas en un micro, hace ya unos días, mientras viajaba rumbo a un final desconocido. Y ahí se encontraba el encanto.

Particularmente me pasa (siempre flotando en la media fantasía) que no puedo evitar intentar imaginar como será lo que desconozco pero pronto formará parte de lo que sé. No puedo evitar imaginarme como será ese lugar, fabular una imagen que flote en mi cabeza para no llegar tan desnudo a destino. La personalidad de una persona. Su cara, sus gestos. Su nombre, sus mañas. Cuando se transforma en una ignorancia que sortearé inevitablemente, mi cerebro trabaja con fuerza en pos de generar una fotografía de lo que puedo llegar a ver.

Mas lo inevitable, cuando la conexión se completa, es sentirme vacío. No solo porque mis expectativas o mi capacidad puedan fallar, y esa imagen vaga que mi pensar haya dibujado se aleje harto de la realidad. Lo que me duele es que esa capacidad, respecto de ese lugar, de esa persona o de ese sentimiento, me abandona para siempre. Podrán demoler los espacios, envejecer los cuerpos o desgastarse las almas, pero de ahora en más voy a tener una imagen para comparar, para siempre. Y la adrenalina de lo desconocido debe buscar nuevos  propósitos para lo que me queda.

jueves, 30 de agosto de 2012

Continuará


La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive. Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita sino la intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente.

Ludwig Wittgenstein.


Antes de interesarse en esta historia, deberá el lector saber que no tiene final feliz.

Creo que al menos cuando termine de escribir, voy a tener la tranquilidad de que sabés que la mayoría de las palabras y emociones que deberían inundar este texto, están perdidas para siempre en tu mirada, en algún rincón de esos ojos que tanto me distraen.  La suerte de tener lleno el corazón, bien a resguardo el alma se contrapone con el vacío de creatividad que se apodera de mi cuando estás cerca, algo que científicamente se define como embobado.

Ya había escrito hace meses una breve reseña de todos los miedos que siento cuando estamos juntos. Te expresé tantas veces el agradecimiento que me brotaba por cada miedo que me das, porque más aumenta porque más me gustas; cada día que pasa me siento más feliz de poder contarle al mundo el pánico que tengo de que algún día pueda perderte.

Porque el miedo me pone alerta y así siempre me va a encontrar atento a mejorar, para que nunca quieras alejarte de mí. Los dos sabemos que me preocupa bastante poder estar a la altura de las circunstancias, de lo perfecta e inmaculada que te veo, más cercana al cielo que nuestra aburrida tierra de vivos.

Y todo esto viene a colación de que por primera vez desde que estamos juntos, hablamos de lo triste y noble que podría ser nuestro final. Y te juré mi vida a cambio de tu felicidad eterna y te hubiese prometido lo que no existe para que no dejes de sonreír. Me respondiste con un abrazo sin tiempo que todavía siento y que ya extraño, lloraste con cualquier posibilidad de encontrar el último corredor en soledad. Advertía al comienzo que este texto no dejará epílogos felices. Es que simplemente descubrí estos dos días, que entre nosotros no tiene por qué existir un final.


miércoles, 1 de agosto de 2012

Nuestras noches imperfectas




En nuestras noches imperfectas algo se rompe, aunque todo sale bien. Una mirada que se anexa sin sonrisa y un abrazo apretado cargado de melancolía. Silencios incómodos y eternos se suceden para que el mundo deje de girar, desconociendo el porqué de su circular movimiento.

En nuestras noches imperfectas, nos amamos tanto como siempre, pero lo expresamos mucho más. Porque cuando algo se quiebra, ¡Y es el propio peso de las cosas el que da puntos a la herida!, reina el desconcierto y el temor. La adrenalina de tamborilear el presente que se antoja tan placentero, aun en la certeza de que esto no puede suceder.

En nuestras noches imperfectas reímos bastante menos y nos besamos con mucha más necesidad. Quizás sea el temor a la soledad, o la tristeza reinante, la que eleva nuestros cuerpos más al choque que al roce, mezclándonos en pasión y desesperación. En ese entonces se funde el fragmento de tiempo donde el curso de nuestro tiempo juntos se reconstituye.

Porque en nuestras noches imperfectas, la princesa vuelve a casa dormitando en mi hombro, que la rodea con el brazo. Y nos despedimos con un beso de valor añadido al vacío existencial en el que se sume mi alma, cuando de ella se separa. Es que son estas noches imperfectas, en las que añoro con locura, las que le otorgan mucho brillo a las demás.

lunes, 9 de julio de 2012

Te deixar ir


No hay beso que no sea principio de despedida; incluso el de llegada.

George Bernard Shaw



No es justo que de por sí ante una empresa difícil, de casi imposible realización, inédita incluso al momento de transcribir estas líneas, precisamente tenga que por esta vía eternizar mi seguro fracaso. Podría ser mi secreto eterno que vos siempre supiste pero que solo los dos valoramos, o bien podría tratar de ponerle nombre a algo que veo increíble y hacerlo público, víctima mis temores de mis lectores silenciosos y tímidos de escribir comentarios, a fin de esperar que ellos me expliquen como hago para dejar que te vayas y que te alejes de mi sin más.

Lo intenté con el éxito de los silencios pero con el fracaso de una nula ejecución, durante todos estos meses. Un corte limpio, incisivo quizá, pero perfecto al fin. Como esa sensación de tu sonrisa, que me corta un poco el alma para recordarme que estoy vivo, que la tengo y me recorre ese frío que me abriga y me llena con tu calor. Así tiene que ser esa despedida. Un beso convicto, pero corto. Un abrazo que sepa llenarte, pero que vacíe tus deseos, y los míos. Un después hablamos que realmente pase luego. Un me tengo que ir acompañado de un dale, ya te llevo.

Pero no puedo. Porque rodearte con los brazos cada vez me dura menos, aunque dejemos pasar así bastantes horas. Cuando suena ese timbre sin sonido tan cerca de las cinco se me juntan en la puerta todos los besos rezagados que acumulé toda la vida y que tengo que darte por si no te veo nunca más. Resulta angustioso pensar en la cicatriz que me va a dejar tener que extrañarte.  Tal vez los relojes rejuvenecen volviendo a las horas frenéticas; en una de esas vos me elevas hasta algún plano donde los  tiempos vuelan más veloces que en esta realidad.

Como todo adicto que ve acabarse su preciada droga, esto me pasa cuando estamos juntos y me sitúo en la hora que vivimos. Escribo todos los días este texto sin papel para ver si logro aprender a dejarte. Solo sabiendo hacerlo, puedo soñar con no tener que volverlo a  intentar.

miércoles, 27 de junio de 2012

Once Lágrimas


El ser humano pasa toda la vida buscando un hogar. Solamente el amor es la casa donde puede vivir eternamente.
P. Bosmans


                Cómo en toda carta de amor, en estas últimas que han sufrido la moda de ser públicas, las lágrimas se suceden mientras las palabras comienzan a florecer.

                Intenté con todas mis fuerzas evitar esta reseña. Es preferible convencerse y sentir que no es verdad. Pero toda historia de amor tiene su final. Las películas más sentidas contaran la historia de ese héroe que fue gestado en Grecia, conquistó Europa y volvió a su tierra para coronarse de gloria. De cómo logró en muchos pasar del odio al respeto, como barrió con su escoba implacable las injustas acusaciones que lo han perseguido hasta estos días. El reflejo de la pantalla, mostrará cómo en un mundo de locos, egoístas y pobres, quien todo lo tiene resigna aumentarlo  y en cambio, se arremanga y se propone despertar un gigante dormido.

                Serán emotivas las escenas donde se lo vea a Sebastián llorando con la remera de Prátola. Épicas las policiales persecuciones que encontraran a su término a la Bruja besando trofeos. Quizá hasta por engorrosos, quedaran afuera de la producción una buena cantidad de premios individuales.  Los némesis de la prensa, la ida de Calderón y una experiencia sudafricana bastante ingrata subrayaran las escenas de violencia. Cierro los ojos y todavía a veo a Sebastián en el Único, después del partido contra Arsenal del 2006, señalando las que le sobran.



lunes, 28 de mayo de 2012

Astros


Pero las rocas siguen sangrando y sus derrotas vos vas pagando. Nadie que entienda ya de tu herida; solo la noche se hizo tu amiga…


Ciro y Los Persas.



No me acuerdo cuando fue que me di cuenta que la vida tenía muchas cosas hermosas si estábamos dispuestos a verlas. No sé, simplemente no me acuerdo en que momento fue que mi cabeza hizo un clic. Se trató de un cambio más gradual, creo yo.  Conforme e inevitablemente fui creciendo, he ido cayendo en la cuenta que lo que yo creía problema, no era tan así e incluso me tomé la libertad de aprender que hasta lo que sienta como un problema ahora, más tarde entrará en mi lista de cosas en las que perdí tiempo y ánimo innecesariamente.  Pero bueno, se sabe que sentir es una realidad, al menos en los que tenemos corazón y no podemos evitar preocuparnos o alegrarnos de las cosas que vivimos. Sí podemos adecuarlas a nuestra filosofía, y en algo de eso estuve trabajando: Comprender que sentirse mal o bien es parte de una alternativa. Después de todo, en la vida pasé cosas relativamente negativas y de la única que no me recuperé es de la muerte de los demás.

Y en algo de eso andaba cuando nos miramos de forma diferente. O no; tal vez siempre nos vimos de la misma manera y el destino caprichoso, ese que dudo que exista, quiso que sea ahora, ni antes ni después, el momento en el que te puedo besar sin que te sorprenda. O te puedo escribir estos textos, o puedo equivocarme y remediar mis errores y poner en práctica lo hermosa que es la vida.  Pensaba en eso el otro día cuando recordé la metáfora del cielo y las estrellas, que francamente perdí donde leí. Tal vez nunca la vi en ningún lado, se me ocurrió a mí en algún sueño y en realidad soy un genio de proporciones bíblicas. Bueno, eso es improbable.

Resulta que cierta vez existió un hombre que se había enamorado del cielo. Era un tipo de ciudad, que siempre le había dedicado su tiempo al trabajo y otras banalidades. Una noche, probablemente borracho, se cayó en la calle. Estaba solo. Cuando intentó levantarse, resbaló dos o tres veces. Escupió y golpeó con fuerza, pero el piso estaba mojado y eso no iba a mejorar las cosas. Hizo un esfuerzo por razonar, que era todavía más difícil que separarse del suelo. Un paso a la vez, lento, apoyó primero los brazos y luego buscó algo de que aferrarse. Finalmente se pudo incorporar. Una vez de pie, alzó la vista al cielo. Estaba azul, limpio, inmenso. Carente de nubes. Se quedó tan fascinado con lo que veía, que el amanecer lo descubrió todavía de pie en la vereda. Desde ese entonces, le dedicaba su espacio todas las noches. Le buscó su encanto al día también, ilusionado con que su descubrimiento le abriese la puerta a todavía más sensaciones. Encontró cosas buenas, pero nada se comparaba con lo hermosa que era la noche.

Llegado el verano, preso de una rutina que no pudo abandonar, se tomó unas merecidas vacaciones para irse al campo, a descansar. Había pensando en la playa primariamente; optó por evitar los grandes conglomerados. La tarde que llegó, se dispuso a acostarse en la mecedora y leer un libro, largo y entretenido, que metaforizaba sobre la vida y los escritores nocturnos. Se perdió tanto en su lectura a la luz del farol, que el crepúsculo pasó de largo hasta convertirse en profunda negrura. Cuando nuestro hombre, que se había distraído en un deseo interno de comer algo, levantó su mirada, el libro se le cayó de las manos: Sobre él reinaba un firmamento azul oscuro, brillante, bañado por millones de estrellas.

Su primera sensación después del shock fue un nudo en la garganta, que le indicó que todavía estaba con vida. Su primera reacción, por tanto, fue limitar esas lágrimas que le brotaban, acostumbrado a la torpe idea de que las demostraciones emotivas denotan debilidad. Pero él estaba solo en ese inmenso campo vigilado por el más hermoso cielo lleno de estrellas y se dijo así mismo que pase lo que pase, tenía que permitirse disfrutarlo, aunque eso involucrase desahogar penas. 

¡Era tan perfecto el cielo con estrellas! Tanto que pasó sus vacaciones sin descansar, despierto todas las noches, tirado en el pasto mirando hacia arriba. Pero un día sin darse cuenta, descubrió que debía volver a la rutina y a la ciudad. Renovado por su nuevo tesoro, regresó con más fuerzas hasta que se chocó con la noche.

 Allí, inundado de tristeza, descubrió que el cielo no tenía estrellas. Intentó recrear el momento del primer amor, revitalizar la primera mirada, pero fue en vano. Una vez conocidas las estrellas, le pareció vacío e insulso todo lo demás.

Me vino a la mente esta metáfora porque un poco así me siento. Quizá (seguramente) sea la fragilidad del enamorado la que me lleva a ser parte de estos miedos incluso cuando estás conmigo. ¡Pero es que yo había avanzado en muchas cosas! Sabía ya que la vida era hermosa y que uno puede recuperarse de la mayoría de las sensaciones malas. Pero ahora veo que de a poco te vas volviendo cada vez más indispensable. Y me preocupan las sensaciones que se vuelven imposibles de frenar.

 Es que cada vez que te veo, siento que estoy enfrente de un cielo minado por las estrellas.


¡Bailaré, Bailarás, bailará otra vez! Que los astros te van a ver, que un buen trago nunca viene mal cuando pega la vida con tanta sed...
Ciro y Los Persas

martes, 15 de mayo de 2012

Señor Juez


Estimado Sr. Juez, le ruego a nadie se juzgue por mi muerte.



He intentando por todos los medios esquivarle a esta alternativa, todos menos siendo racional, porque considero que la razón trae aparejada una dosis no siempre respetable de indecisión. Ya que usted, mi desdichado anónimo, deberá trabajar en esta despedida sin más remedio que cumplir con su deber, por tedioso que sea, considero y creo justo pues, ser un poco ilustrativo; No me interesa que usted comprenda mi historia (a decir verdad, ya nada me interesa realmente) ni generarle una imagen de joven desdichado que justifique esta paradójica  iniciativa que conlleva a mi fin. No obstante, Señor Juez, usted en su obligación afrontará esta misiva y así, creo justo que para lidiar con el tedio, tenga presente algunas de mis pasiones que ahogaron mis razones.

Comencé a escribir a esta carta en mi mente, mientras enfilaba a paso pesado y rápido hacia la vereda. Pensé que el frio otoñal de la noche me golpearía de lleno, como un balde de agua fría, y que en minutos estaría atravesando la puerta que hacía instantes había cruzado como una flecha para pedir disculpas por mi infantil actitud. Evidentemente para usted, hombre astuto que mi honestidad moral lleva a soñar con que haya alcanzado su puesto dignamente, esta última acción solo fue una estima y yo mantuve mi paso, seguido torpemente por mi hermano que me miraba asustado, víctima de mis maltratos minutos atrás. No se atrevió a hablarme, quizá por miedo o por buen tino de respetar mi silencio. Después de todo, yo era su ejemplo y tarde o temprano daría marcha atrás, volvería a atravesar esa puerta de blindex como una flecha y pediría disculpas por mi infantil actitud.

Así había sido siempre y él no tenía razones para sospechar que esta vez sea diferente. Nadie las tenía, y eso me molestó tanto que terminó por envalentonarme. Después de todo, estoy seguro que ni siquiera usted, que afronta una segura vida rutinaria (y ruego a Dios por usted, Sr. Juez, ojalá me equivoque) gustará de ser un tipo previsible y poco práctico a las sorpresas. Así que, avanzada la calle y la noche, planee hacer de este error el último de mi vida, y de esta carta, mi última obra antes de darme muerte.

Torpe yo, Señor Juez, que todavía no enumeré mis motivos. Le ruego que me perdone, esta es la vez primera que redacto una nota de este tipo. Mis demasiados pocos años me han encontrado recitando y escribiendo versos de lo más volubles, mas nunca me vi frente a declaraciones propias de tanta jerarquía. Las adolescentes veces anteriores donde maticé analizar realmente dicha resoluta, era víctima de un vigoroso deseo de llamar mi propia atención y hablando claro, Su Señoría, no lo deseaba en realidad.

Pero esta vez puedo jurar que es diferente, Señor Juez, porque la situación no se tolera. Intenté, Dios sabe que sí, modificar lo que estaba a mi mano para poder hacer que la velada sea placentera. ¡Esta y otras tantas, que carajo! Pero no pude, al fin, preso de mis propias frustraciones.  Jugué mal y les eché la culpa a otros, actitud que desprecio en los demás y que nunca tomaría en ningún otro aspecto de mi vida. Sucede que, Su Señoría, este es uno de los aspectos que más me importa.

Ahora no sé bien quien fue, ni creo que para usted sea relevante, repito ante la duda que a nadie debe culparse por el resultado final de esta macabra obra basada en hechos reales. Creo que fue Alejandro, pero pudo ser cualquiera.  La chispa estaba encendida y cualquier destello de tímida luz burlona forzaría una llamarada. Dará por sentado que el desenlace fue inevitable. Discutimos, fui grosero, me fui sin saludar y crucé como una flecha por la puerta de blindex con destino a la calle, un camino que ya no volvería a desandar. ¿Y todo por qué? Por uno o dos goles errados y un gol que me comí atajando en el último minuto.

Y así uno descuida a sus amigos, ¿Entiende?, y  cualquier bien nacido se sentiría culpable de tamaña derrota al corazón. Sobre todo si son de esos con los que uno habla todos los días y compartió mil anécdotas. Esos que exasperan y a uno esperan, sin mayor excusa que un favor que nosotros hayamos solicitado.  Escasean estos tipos, usted sabrá bien, y no por controlar millones de expedientes en su carrera. Lo tiene presente porque si es usted un hombre de bien, como yo espero que sea, seguramente una o dos veces por semana se encontrará con ese grupo de atorrantes con los que uno se saca la camisa de plomo de la vida y sale a flotar un ratito por chismeríos de hace muchos años.

A esos tipos volví a defraudar, y la situación se me volvió insostenible. Porque esta es la primera y última vez que redacto esta carta, mas con este último acto estaré defraudando a mis amigos de nuevo.

Por eso creo, Señor Juez, que mejor este suicidio lo dejamos para otro día. La verdad, que a estos guachos no los voy a dejar con las ganas de que me caguen un poquito a pedos. Así que le pido disculpas, Su Señoría, si por error le llega esta carta y yo a usted le hice perder el tiempo. Ahora siento culpa por su persona, y los momentos de ocio que pude haberle arrebatado. Comprenderá que en su anonimato, mi culpa está un poco más dispersa. Entienda por favor que la verdad es que también, para el próximo fútbol 5 yo ya dejé paga la seña.

lunes, 30 de abril de 2012

Las Reglas del Juego.




Solo se admitirán dos participantes. Una vez inserto en la dinámica de la recreación, las reglas se volverán inapelables por dolores que provoquen; las consecuencias estaban escritas mucho antes de que rueden los dados. Serás un caballero y ocuparás el último lugar de la fila; un peón con ansias de rey y el filo de un alfil, prohibido estará saltearte etapas cual caballo veloz. Tu cara siempre dirá póker, y  no vas a ir esta mano, ni la otra, porque hay muchas apuestas antes que la tuya y todas seguras, mas tendrás miedo a la plena quietud y cada tanto, sin poder negociarlo, tendrás que echar la falta envido aunque tengas dos negras, solo para que el resto entienda que todavía estás ahí. Sonreír está primero y lujos como el despilfarro no figurara en tu léxico diario, aprovecharás cada instante como un preso en libertad condicional y demostrarás pasión, amor y algo de locura, porque de los normales sospechan todos y esta jugada, la tuya, tiene que ser perfecta o de lo contrario la ruleta se frena y la casa pierde, todos ganan. Así también, aceptarás al tiempo inclemente que no pondrá menores reparos: Los días serán largos, grises y fríos en tu soledad. La cuenta regresiva parecerá inalcanzable y cada hora correrá por media. Si superas esta primera etapa, encontraras la siguiente bastante más injusta, pues con los dos participantes brillando en el centro de la escena, el reloj aumentará en forma vertiginosa transformando las horas en minutos, complicando todavía más todas las demás condiciones. Solo puedo asegurarte que aceptando estas reglas, y jugando este juego, te sentirás convencido de que todos esos minutos escasos con la otra participante Valen la pena y te darán los puntos de vida necesarios para enfrentarte a todo lo demás.

sábado, 21 de abril de 2012

Besos de Limón



La pasión por el contraste se me antoja moderna en mis costumbres nunca bien delimitadas. No se trata de una nueva percepción de mi gama de colores, o tal vez sí; De esos matices que pintan el alma. Y el paisaje se va llenando de alma a medida que camino al lado tuyo y donde antes había lluvia quizá ahora siga estando, pero que se yo, está bueno mojarse o a lo mejor sale el sol y está lindo para tirarse en el pasto y no hacer nada, aunque haya mucho por hacer. Cuando estamos cerca pido uno y quiero diez, porque una parte mía está tan completa, tan saciada con tu sonrisa que siento que si reclamo más es injusto, pero siempre quiero más, ambición de alegría lo que se dice; camino queriendo volar, cuando despego quiero llegar; Voy corriendo sin pausa pero sin prisa, aunque me caiga y me haga mil cicatrices que no duelen. Porque el entorno se sigue coloreando y el sol brilla che, brilla como nunca y la gente en la calle me sonríe como diciendo que bien que la lleva este pibe, y yo les digo que sí, que orgulloso, que uno hace lo que puede, medio encogiéndome de hombros viste, presumir no es lo mio. Aun así quiera burlarme del mundo que no te tiene, así quiera frikear con que sos mi precioso tesoro personal; Así te diga que tu mirada me hace dudar de la realidad. Estamos tan condenados a una vida repleta de contrastes (esos que hacen que veamos el vaso medio lleno y medio vacío, el yin y el yang de nuestra historia) que no existe para mi placer más dulce que tus labios amargos, consecuencia inmediata de tus besos de limón.

viernes, 6 de abril de 2012

Demasiado


Te digo demasiado y me digo para qué,
 si nadie nos pone limites.
 Pero sentime un cachito,
te veo un ratito
 y me gustás más
de lo que yo pueda creer.
 Y pienso demasiado y después digo,
 no pará hermano,
que este amor es un afano
 y ahora sonreís más
 que lo que supiste querer.

Un pie pa´ cada lado, esquivando las líneas de las baldosas. Uno que sigue para adelante y otro que en punta se detiene con ganas de mirar para atrás, con ganas de volver a enredarse. Mis sueños de regresar a tus brazos, arcaico intento de reunirse con el fragmento de alma que ahora te pertenece.  Y quizá esta opción sea la más viable, la más pura e impulsiva, típica hollywoodense, acciones que enamoran.

Pero carburo demasiado
 y mis pies de vos se siguen alejando,
 para quien sabe cuando,
 volverte a ver.

De vez en cuando, entre suspiros, nuestros ojos se encontraron para discutir en silencio. Debates interminables que se interrumpen en besos largos, porque ninguno de los dos se presta a dar el brazo a torcer. 

Entre arañazos y otras yerbas,
 a veces se descorchaba un Te Amo,
 que yo expando en demasiado.
Palabra vacía e inconclusa,
quererte así es un regalo
 que no creo merecer.

lunes, 19 de marzo de 2012

Uróboros

Lo peor de la pasión es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos.

Joaquín Sabina



No sé cuando fue que nació todo esto. Ni como. Alguien podría preguntarme y yo podría hacerme el bocho carburando y seguro se me vendría la imagen de verte sentada en un taburete, sonriendo sin mirarme, casual, habitual y radiante mientras yo bajaba sorprendido la escalera y bajaba la velocidad de mi descenso preso del estupor y la timidez. Pero creo que solo hubo un hola y no sé si alguien escribió sobre eso, porque a decir verdad, así descripto suena a principio muy taquillero, pero más bien nos pasamos desapercibidos, como para estirar todavía más el nacimiento de la historia.

Algunas hojas se dejaron caer en otoño. Se soltaban de la rama y planeaban hasta caer en el piso, para que alguno las pisotee. ¿Alguna vez te preguntaste si esas hojas desean desprenderse? La clorofila las abandona, su árbol madre las suelta y caen en lo inevitable de morir bajo las suelas de alguien que no se detuvo a verlas. Es una historia bastante triste. ¿Qué pasaría si alguien tomara una hoja en su caída y la detuviese en la mano un tiempo? ¿Soñaran con eso las hojas, con que algún alma caritativa caiga del cielo y les regale un tiempo más en el aire?

Mientras en otros cuadros la historia se moría, la nuestra se escribía lenta. O no, tal vez no se escribía nada, que digo pavadas. Porque yo ahora me acuerde lo hermosa que estabas ese año nuevo y los nervios propios que me llamaron la atención no puedo asegurar que lo nuestro estaba escrito. Mucho menos porque lo que pasaba en el otro cuadro de la historia vaya perdiendo de a poco la clorofila. Las cosas no pasan como en las películas, la vida no es un constante transcurso de blanco a negro y viceversa. Así que no puedo decir que ahí comenzó todo.

No creo que valga la pena mencionar como terminó la historia paralela. O tal vez lo valga, pero a mi no me interesa. Y mucho tiene que ver el nacimiento de todo esto, pero entonces me encuentro en una disyuntiva, porque no puedo precisar el momento.  Puede ser ese lunes feo, apático cuando Verón dijo que se retiraba del fútbol y algo te dio letra a consultarme. Pero no, si ya me habías hablado antes de otras cosas. Ya te conocía, y creía que me odiabas. Creo que todo debe ir más atrás o más adelante, no sé, no me importa. Tal vez yo estuve escribiendo esto la noche en que jugando al pool te robé una sonrisa. Quizá, esa noche donde no jugamos y tu presión a mi valentía forjaron un beso yo haya estado por ahí, desde un pasado, o desde un futuro, con una libreta, anotando detalles de esta linda historia. Es probable que esta tarde, mientras esto que ahora escribe te miraba fascinado, mi otro yo haya estado en alguna mesa distante de Havana, notebook en mano, twitteando los pormenores de nuestra transcurrente fantasía. O quizá, (y solo quizá digo) todo lo que dije en los renglones anteriores no reviste la menor importancia. No tengo ni idea cuando nació todo esto hermoso que estamos pasando.

Lo que sí tengo claro es que espero que no termine nunca.

domingo, 11 de marzo de 2012

Miedo

Los tímidos tienen miedo antes del peligro; los cobardes, durante el mismo; los valientes, después.
Jean Paul






Lo primero que siento cuando te veo es miedo y entiendo la confusión que te genera, tu cara de incredulidad como diciendo “¿Yo? Si soy re dulce” y estarías diciendo la verdad, una vez más y yo estaría solo con lo que siento. Entonces tendría que hacer un esfuerzo para explicarte que esa sensación de que algo se vacía dentro de mi estomago, que todo se contrae e intenta esconderse detrás de mis costillas, para algunos se llama mariposas en la panza, pero yo le digo miedo, porque es lo primero que me viene a la mente. Pánico. Pero entonces me doy cuenta que no quiero correr, ni me quiero escapar, porque la acción inmediata a todo el sentimiento es irte al choque y rodearte en un abrazo, fuerte, urgido. Entonces me doy cuenta que es miedo lo que siento. Y entonces, cuando dejo que tus brazos excedan mis hombros y yo te cubro con los míos, con fuerza, me surge otro terror. Porque sos tan chiquita, tan frágil, tan muñequita y yo te quiero tanto, que tengo miedo de romperte, de demostrar más de lo necesario y que terminemos uno dentro de otro después de tanta presión. Y me alejo, por miedo a lastimarte pero no mucho, por miedo a perderte, y entonces me veo en tus ojos y me acerco de nuevo, por un beso, a veces suave, otras más desesperado y en ocasiones tan ansiado que tengo miedo de desintegrarme. Entonces regulo fuerzas, en pos de más ternura. Pero de repente vos das un giro y tomas el control de las cosas. Y ahora sos vos la que está besándome y soy yo el que tiene miedo de no poder parar nunca más, de que ese beso se perpetúe para siempre mientras el mundo sigue con su vida. Y tengo miedo de que pienses que me desagrada la idea, pero no, que como no voy a querer, pero es que tengo otros proyectos que nos involucran y tengo miedo de que si nos besamos para siempre dejemos pasar esas oportunidades, y a veces también tengo miedo de que pienses que en mi cabeza no están esos proyectos y pienses mal de mi y te aburras, porque también tengo ese miedo, de que un día te des cuenta que juntos somos desparejos y no porque vos seas bajita y yo sea un poco más alto (no sea cosa que tenga miedo de que pienses eso y te enojes) sino porque vos sos linda y yo soy esta cosa. Pero entonces nos alejamos un momento y caminamos en silencio, de la mano. Y vos me mordés y me preguntas porque estoy tan serio y a mi me encantaría decirte que es porque tengo miedo de que el tiempo pase volando cuando estamos juntos, pero no puedo, porque ya me estas besando de nuevo.

jueves, 1 de marzo de 2012

Dagoberto.

Se oscurece el sol al mediodía y enmudece la música del alba cuando hay tristeza en el corazón.
Edward Young



Y ahora todo era silencio. Francisco se había acostumbrado a la tortura en las horas de siesta, en la madrugada, a la hora de Los Simpson, en cualquier inoportuno momento del día. Por eso la ausencia se notaba, era agradable en aspectos, pero hacia sentir la casa mucho más lejana y vacía. Lo hacia sentir más solo, en verdad.

Intentó paliar el eco de sus suspiros con su propia música, pero se cansó al poco rato. Siempre era la misma, canciones que conocía de memoria, letras que ya había exprimido.  Desde el otro lado del patio, a veces se repetía, pero casi siempre era algo nuevo. Tal vez no nuevas las melodías, pero si los medios, la firmeza. A Francisco le asombraba las emociones que brotaban de la voz de su vecino.

Desestimó todos sus intentos por dejar de pensar en eso y tomó la decisión de abandonar la casa. Por alguna razón, la situación lo incomodaba. El paisaje estaba incompleto. La escena carecía de entusiasmo, como una pintura sin sombras. Se acercó al garaje compartido a sacar la moto y ahí se encontro con su vecino, sentado arriba del techo, con la vista al cielo, contemplando la conjunción entre el universo y la nada. Por un instante, se detuvo en seco, sintiendo que invadía su privacidad. No podía distinguir si realmente se trataba de una persona viva o una estatua muy bien realizada. Las facciones se mantenían duras, inflexibles, la oscuridad de la noche no le permitía ver la sombra de sus ojos, pero algo lo convencía de que no pestañeaba.

Entonces, el vecino se paró en el borde de la canaleta metálica y Francisco pudo notar la decepción en sus ojos.  Hacía días que venía cantando, con fuerza, y hoy no le salían las letras, porque solo lo hacia cuanto estaba contento, cuando la garganta le explotaba de felicidad.

El fronterizo irguió su postura y le aulló a una luna borrosa por las nubes, como un lamento. Y entonces todo volvió a ser uno, el silencio y la oscuridad.

martes, 14 de febrero de 2012

Felíz Día.

Viajo con vos, y las piernas son innecesarias. Con vos vuela mi alma.

Leo Timossi.

Hemos  tenido altibajos, como todos, en todas las relaciones, creo. De hecho ahora estamos algo distanciados, qué sé yo. De un tiempo a esta parte vos estas algo fría, distante; yo ya no te trato como antes, la suavidad y el cuerpo se me fueron al carajo, viste como es esto. Pero los días pasan y llega este, y como cae martes, sé que vos no me vas a regalar nada este año. En la calle van a pulular quinceañeros de la mano de sus novias trofeo,  los ositos de la maquina se desean como petróleo y algún que otro resentido racional (después de todo, estar enamorado es experimentar una especie de locura) desacreditará esta fiesta yanqui.

Y vos vas a estar por ahí, y yo voy a estar acá, uno en cada punta, dos ofendidos que se extrañan pero no se quieren ni mirar.  Pero yo voy a pensar en vos, gordita, como pienso todos los días. ¡Si al final, sin vos no soy nada!  Soñé tantas veces que te besaba hecha oro y vestido de traje, que te exhibía ante el mundo como propia, solo mía y nada más, y me diste los sueños más brillantes. Y en tu vuelo me produjiste los alaridos más lindos, los orgasmos que incluso me llevaron a la oscuridad confusa de abrazarme con desconocidos. ¡Si  hablando de vos, hice mis mejores amigos!  Compartiéndote aprendí la moral que hoy me lleva a ser una buena persona en un colectivo, que solo no sirve sobrevivir a un naufragio.  

Me diste tantas alegrías, tantos llantos,  que aunque me dejé querer por leyes y honorarios altos, me cambié de facultad, solo por vos. Sos tan universal, que todavía hoy, y de formas que solo desde lo hermoso de tu contexto pueden explicarse, me llevas hasta personas que no me creí capaz de poderme acercar.

Entonces, aunque existan para el caso fechas más acordes, hoy percibo las sensaciones que flotan y me acuerdo de vos, y siento esto tan lindo en el pecho, y te digo esto, porque pase lo que pase, por lejos que te vayas, nunca me voy a desenamorar de vos.

Feliz día, mi amor.




miércoles, 8 de febrero de 2012

La lluvia cae

Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.


Eduardo Galeano


La lluvia cae y yo no sé si estoy despierto. Escucho el agua recorrer cerca de mí, pero no tengo claro si lo estoy soñando, o si otra vez estoy desvelado. Hace días que no me encuentro en mis estados, que no controlo palabras, emociones ni realidades. El sueño constante en el que pareciera vivir flotando, el sopor mental, la mueca idiota; sensaciones solo mitigadas por este miedo que me ahoga, que me pincha y me recuerda mi historia, triste adjunto que no puedo olvidar.

La lluvia cae y yo me pregunto cómo hago para no seguir ilusionando estos silencios. El recuerdo, el tuyo, se perpetua en mis momentos, se instala en mi soledad y navega sin barreras por las corrientes más profundas de mi imaginación, llegando tan lejos como me creas capaz. Este sendero que parece no tener fin me tiene firmemente arraigado, contraído. Preso de mis descontroles me resigno, pasará lo que tenga que pasar.

Pero la lluvia sigue cayendo, y entre rayos, truenos y otras yerbas, yo tengo ganas de verte. Y no puedo aferrarme de nuevo a que un inconsciente error me regale la posibilidad. La inocencia está lejos, sepultada en actitudes realmente infantiles, hijas de mi espontaneidad tan madura. El valor se vuelve tan obsceno como preciado. Hoy no lo tengo. Mientras tanto, esta distracción hace mella en mi ansiedad, que no sabe de tiempo ni estrategias.  Los miedos y los rayos me recuerdan que todavía no sé qué trágico final puede tener esta historia . Pero los días pasan. Algo nos sucede.

Y por ahora la lluvia no deja de caer.