lunes, 9 de julio de 2012

Te deixar ir


No hay beso que no sea principio de despedida; incluso el de llegada.

George Bernard Shaw



No es justo que de por sí ante una empresa difícil, de casi imposible realización, inédita incluso al momento de transcribir estas líneas, precisamente tenga que por esta vía eternizar mi seguro fracaso. Podría ser mi secreto eterno que vos siempre supiste pero que solo los dos valoramos, o bien podría tratar de ponerle nombre a algo que veo increíble y hacerlo público, víctima mis temores de mis lectores silenciosos y tímidos de escribir comentarios, a fin de esperar que ellos me expliquen como hago para dejar que te vayas y que te alejes de mi sin más.

Lo intenté con el éxito de los silencios pero con el fracaso de una nula ejecución, durante todos estos meses. Un corte limpio, incisivo quizá, pero perfecto al fin. Como esa sensación de tu sonrisa, que me corta un poco el alma para recordarme que estoy vivo, que la tengo y me recorre ese frío que me abriga y me llena con tu calor. Así tiene que ser esa despedida. Un beso convicto, pero corto. Un abrazo que sepa llenarte, pero que vacíe tus deseos, y los míos. Un después hablamos que realmente pase luego. Un me tengo que ir acompañado de un dale, ya te llevo.

Pero no puedo. Porque rodearte con los brazos cada vez me dura menos, aunque dejemos pasar así bastantes horas. Cuando suena ese timbre sin sonido tan cerca de las cinco se me juntan en la puerta todos los besos rezagados que acumulé toda la vida y que tengo que darte por si no te veo nunca más. Resulta angustioso pensar en la cicatriz que me va a dejar tener que extrañarte.  Tal vez los relojes rejuvenecen volviendo a las horas frenéticas; en una de esas vos me elevas hasta algún plano donde los  tiempos vuelan más veloces que en esta realidad.

Como todo adicto que ve acabarse su preciada droga, esto me pasa cuando estamos juntos y me sitúo en la hora que vivimos. Escribo todos los días este texto sin papel para ver si logro aprender a dejarte. Solo sabiendo hacerlo, puedo soñar con no tener que volverlo a  intentar.