miércoles, 9 de marzo de 2016

Ilusiones de papel



¿Querés que nos vayamos de acá? me dijo, y la verdad es que no, no hacía falta. Porque mientras estábamos ahí la gente que pasaba caminando por adelante nuestro en realidad no estaba caminando, y los animales del zoológico no se estaban moviendo, y las agujas de los relojes estaban congeladas desde hacía un rato. El resto del mundo, que ahora no existía, ya no me importaba nada.

Ver la última conexión…

Quince minutos. Ese es el tiempo que tardo ahora en elegir una tema para arrancar. Ahora sobran. No sé por qué Cerati tenía razón, no sé por qué uno se auto boicotea, pero en un mundo sin horarios, no se puede comenzar un día sin el soundtrack que lo represente. La vida es una canción eterna que cada tanto te mete un estribillo.

Ver la última conexión…

Quería bajar las ventanillas, pero los gritos mudos podrían haber despertado al resto. Primero fue un temblor en la voz, después los puños apretados peleando contra lo inevitable. Me fragmenté en mil pedazos, cada vez más chiquitos y me abracé al recuerdo de un amor extinto; exageré sentimientos ajenos hasta convertirlos en ilusiones y me abrigué de ellas, me hice una campera de esperanzas infundadas y con eso recuperé el calor, la sonrisa, las ganas, la falsa seguridad de que no había desperdiciado mi vida y de que en futuro, quizá, los sueños vuelvan a mezclarse entre dos cabezan que duermen pegadas.

Y en la noche, oscura, nublada y profunda, volví a ser presa de mis miedos, recaí en mis adicciones, en mi deporte motor. A la hora en la que antes se cocinaban los mejores besos, yo tenía que ver, quizá para siempre, la última conexión.

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