Lo peor de la pasión es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos.
Joaquín Sabina
Es justo que te cuente ahora, que la situación es propicia,
que desde que nuestra relación es historia escrita, no siempre fui tan
caballero, nobleza obliga. Hubo ciertas etapas de nuestros primeros tiempos en
las que me dejé llevar por lo que en ese entonces creía incorrecto. Entonces,
en mi temor de corromperte, me encerré en mi deseo secreto e impuro, cuidando
no exceder mis pulsaciones en cada beso para que mi situación no se vuelva
(tan) evidente.
Ahora me acuerdo con gracia, no triunfé demasiado tiempo en
aquella empresa. Siempre hubo, (puedo confesarlo a esta altura) una innata
seducción en tus labios, desde la prehistoria de nuestra relación, única parte
del cuerpo que podía mirarte el tiempo suficiente sin que nadie me acuse de
nada. Creo que conocías el dato, lo habías notado aunque nunca lo confieses.
Siempre tomé tu foto de fondo del anterior celular como la testigo de aquel
objeto sensual tácito, esa complicidad no verbal que existe entre los dos. Pero
a fin de cuentas, en aquel febrero más cálido que de costumbre tuve la certeza
de que tarde o temprano ibas a ser mía y la ansiedad se convirtió en mi mayor
enemiga. En coordinación con mis inadecuados deseos, mirarte incluso en aquella
versión tímida y lejana se me volvió una recreación permitida y recuerdo el
punto exacto donde verte de espalda se convirtió en mi pasatiempo más osado.
Todavía furtivo.
Más temprano que tarde, superados mis traumas, una noche
fuimos uno y mientras sentía tu cintura apretando contra la mía, comprendí que
mis temores eran ciertos, y que lo que antes era deseo, en adelante sería
necesidad. Dejamos a la imaginación durmiendo afuera mientras recorrí todo tu
cuerpo y vos el mío hasta que hasta el último poro de tu piel me dejó de
extrañar.
No quiero escaparme del infierno que me significa tenerte en
esa mezcla de inocencia y dominio, con tus ojos que dicen mucho más de lo que
escapa de tu boca, ese coctel que nos significó noches eternas y soles que
asoman encontrándonos despiertos. Porque en este mismo instante, mientras
rememoro nuestras proezas en la cama y fuera de ella, empiezo a padecer ese
deseo ferviente y desesperado que antes ocultaba vehemente. La diferencia es
que ahora tengo la certeza de que todo resulta mejor de lo que haya esperado
siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias!