miércoles, 10 de julio de 2013

Furtivo


Lo peor de la pasión es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos.
Joaquín Sabina


Es justo que te cuente ahora, que la situación es propicia, que desde que nuestra relación es historia escrita, no siempre fui tan caballero, nobleza obliga. Hubo ciertas etapas de nuestros primeros tiempos en las que me dejé llevar por lo que en ese entonces creía incorrecto. Entonces, en mi temor de corromperte, me encerré en mi deseo secreto e impuro, cuidando no exceder mis pulsaciones en cada beso para que mi situación no se vuelva (tan) evidente.

Ahora me acuerdo con gracia, no triunfé demasiado tiempo en aquella empresa. Siempre hubo, (puedo confesarlo a esta altura) una innata seducción en tus labios, desde la prehistoria de nuestra relación, única parte del cuerpo que podía mirarte el tiempo suficiente sin que nadie me acuse de nada. Creo que conocías el dato, lo habías notado aunque nunca lo confieses. Siempre tomé tu foto de fondo del anterior celular como la testigo de aquel objeto sensual tácito, esa complicidad no verbal que existe entre los dos. Pero a fin de cuentas, en aquel febrero más cálido que de costumbre tuve la certeza de que tarde o temprano ibas a ser mía y la ansiedad se convirtió en mi mayor enemiga. En coordinación con mis inadecuados deseos, mirarte incluso en aquella versión tímida y lejana se me volvió una recreación permitida y recuerdo el punto exacto donde verte de espalda se convirtió en mi pasatiempo más osado. Todavía furtivo.

Más temprano que tarde, superados mis traumas, una noche fuimos uno y mientras sentía tu cintura apretando contra la mía, comprendí que mis temores eran ciertos, y que lo que antes era deseo, en adelante sería necesidad. Dejamos a la imaginación durmiendo afuera mientras recorrí todo tu cuerpo y vos el mío hasta que hasta el último poro de tu piel me dejó de extrañar.


No quiero escaparme del infierno que me significa tenerte en esa mezcla de inocencia y dominio, con tus ojos que dicen mucho más de lo que escapa de tu boca, ese coctel que nos significó noches eternas y soles que asoman encontrándonos despiertos. Porque en este mismo instante, mientras rememoro nuestras proezas en la cama y fuera de ella, empiezo a padecer ese deseo ferviente y desesperado que antes ocultaba vehemente. La diferencia es que ahora tengo la certeza de que todo resulta mejor de lo que haya esperado siempre.

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