martes, 21 de mayo de 2013

Un brote



               Bertín soltó la navaja, ahora cubierta de sangre, pasmado ante su reacción. El cuerpo le vibraba al mismo nivel que sus pensamientos, repetitivos e incrédulos de su proceder. A su alrededor, no había más testigos que los árboles del bosque, que permanecían inertes a tan escasa brisa. Autos lejanos decoraban con audio la triste escena. Bertín subió a su moto sin volverse a comprobar si esa chica ya era un cadáver y desapareció en la penumbra.

                El 27 de abril de cada año es el cumpleaños de Chiche, fecha que siempre recibían con gusto, alegres de las concurridas fiestas que sólo él sabía organizar. Mas este momento era diferente. Poco festivo, si se quiere. Todavía no digerían el hecho de que Luquitas les hubiera confesado el sábado anterior que estaba tan enfermo. Bertín no hubiese ido esa noche, pero era el cumple de Chiche- No supo o no pudo decir no.

                Cerca de las dos de la madrugada se dejaron querer por la idea de salir de la casa de Chiche, que tanto les recordaba a Luquitas, y enfilaron hacia el centro para probar suerte en algún bar. La noche estaba oscura y agradable, lo que animó a Bertín a pensar que el cambio de aire lo podía favorecer.

                Finalmente arribaron en algún tugurio y Bertín sintió que las luces y la música lo embriagaban. Se hizo íntimo del alcohol, mientras Chiche hacia buenas migas con una chica. Fue precisamente en el baño de aquel bar, al que acudió para consumir Dios sabe que sustancia, donde notó que traía consigo la navaja, enana protección hija del anterior intento de robo del que Luquitas y él fueron víctimas.

                Desaparecido Chiche y bastante perdido en sí mismo, salió del boliche y encaró en su moto para la zona de 60, en búsqueda de compañías contratadas. No recordaría más tarde como acudió al lugar del crimen.

                Sí tendría por siempre acunada en la memoria, la imagen de esa mujer alta y semidesnuda, vestida en medias rojas de red, que lo llamaba entrando al bosque. También recordaría, aunque nunca lo confiese, como la chica se negaba a trabajar sin ver antes el efectivo. Lo tiene claro porque en ese momento tomó con la mano izquierda la navaja, en el bolsillo zurdo de la campera.

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