jueves, 21 de mayo de 2015

Renuncio



 Apagué el despertador a la quinta o sexta vez que sonaba, con una canción que ni siquiera sabía que tenía en el teléfono. Cada vez que sacaba el brazo para pausarlo otros diez minutos, me congelaba y reforzaba la idea de no levantarme nunca. Me abrazaba a mi mismo hasta quedarme dormido otra vez. Al final, no quedó otra.

Llueve mucho. Pienso que generalmente me entusiasma que llueva, pero hoy no. No me causa gracia la idea de pasar con la camioneta y mojar a los pobres que esperan el micro. Hoy me pone triste. Además hace frío, y a mi el frío me rompe las pelotas. Me quiero lavar la cara pero no hay agua caliente. Me disfrazo con ropa enorme para abrigarme y me preparo un café con whisky. Apoyo la frente en el vidrio y queda empapada, pero no importa. Aprieto los dientes para acostumbrarme a la sensación y de paso dejo que las gotas que me caen de la nariz se confundan con las que transpira la ventana. Si no fuera un asco sería un escenario bastante poético, pienso. Pero es una escena bastante patética, la verdad.

Desde esta altura puedo ver toda la ciudad hasta donde empieza lo verde y más también. Me hace acordar a unas vacaciones con Kevin en Mar de Ajó, cuando jugando con los ascensores descubrimos por una ventana un estadio abandonado que estaba a kilómetros de distancia, escondido entre los árboles. ¿Cuántas cosas cambiaría y cuantas cambiaron desde entonces? Miro para abajo y pienso en la cantidad de gente que anda rondando por ahí, mejor y peor que yo. No es consuelo. En lo que a mi concierne hoy es un día de mierda.
 
Prendo el smart y el noticiero dice el noticiero que se murieron no sé cuantas personas. Que se inundó no sé qué villa porque explotaron al mismo tiempo un montón de tanques de agua pintados con la bandera de Boca y que los cuerpos andan flotando por ahí, sin peajes, como en la India pero con más onda. Menos mal. Desde esta altura no se alcanza a ver.

Me cayó mal el desayuno. Voy al baño y hay sangre, mucha sangre, la suficiente como para asustar a quien tiene miedo de morir. A mi la verdad no me importa. Me preocupan más las pirañas.

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