jueves, 1 de marzo de 2012

Dagoberto.

Se oscurece el sol al mediodía y enmudece la música del alba cuando hay tristeza en el corazón.
Edward Young



Y ahora todo era silencio. Francisco se había acostumbrado a la tortura en las horas de siesta, en la madrugada, a la hora de Los Simpson, en cualquier inoportuno momento del día. Por eso la ausencia se notaba, era agradable en aspectos, pero hacia sentir la casa mucho más lejana y vacía. Lo hacia sentir más solo, en verdad.

Intentó paliar el eco de sus suspiros con su propia música, pero se cansó al poco rato. Siempre era la misma, canciones que conocía de memoria, letras que ya había exprimido.  Desde el otro lado del patio, a veces se repetía, pero casi siempre era algo nuevo. Tal vez no nuevas las melodías, pero si los medios, la firmeza. A Francisco le asombraba las emociones que brotaban de la voz de su vecino.

Desestimó todos sus intentos por dejar de pensar en eso y tomó la decisión de abandonar la casa. Por alguna razón, la situación lo incomodaba. El paisaje estaba incompleto. La escena carecía de entusiasmo, como una pintura sin sombras. Se acercó al garaje compartido a sacar la moto y ahí se encontro con su vecino, sentado arriba del techo, con la vista al cielo, contemplando la conjunción entre el universo y la nada. Por un instante, se detuvo en seco, sintiendo que invadía su privacidad. No podía distinguir si realmente se trataba de una persona viva o una estatua muy bien realizada. Las facciones se mantenían duras, inflexibles, la oscuridad de la noche no le permitía ver la sombra de sus ojos, pero algo lo convencía de que no pestañeaba.

Entonces, el vecino se paró en el borde de la canaleta metálica y Francisco pudo notar la decepción en sus ojos.  Hacía días que venía cantando, con fuerza, y hoy no le salían las letras, porque solo lo hacia cuanto estaba contento, cuando la garganta le explotaba de felicidad.

El fronterizo irguió su postura y le aulló a una luna borrosa por las nubes, como un lamento. Y entonces todo volvió a ser uno, el silencio y la oscuridad.

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