Bertín soltó la navaja, ahora cubierta de sangre, pasmado
ante su reacción. El cuerpo le vibraba al mismo nivel que sus pensamientos,
repetitivos e incrédulos de su proceder. A su alrededor, no había más testigos
que los árboles del bosque, que permanecían inertes a tan escasa brisa. Autos
lejanos decoraban con audio la triste escena. Bertín subió a su moto sin
volverse a comprobar si esa chica ya era un cadáver y desapareció en la
penumbra.
El 27
de abril de cada año es el cumpleaños de Chiche, fecha que siempre recibían con
gusto, alegres de las concurridas fiestas que sólo él sabía organizar. Mas este
momento era diferente. Poco festivo, si se quiere. Todavía no digerían el hecho
de que Luquitas les hubiera confesado el sábado anterior que estaba tan
enfermo. Bertín no hubiese ido esa noche, pero era el cumple de Chiche- No supo
o no pudo decir no.
Cerca
de las dos de la madrugada se dejaron querer por la idea de salir de la casa
de Chiche, que tanto les recordaba a Luquitas, y enfilaron hacia el centro para
probar suerte en algún bar. La noche estaba oscura y agradable, lo que animó a
Bertín a pensar que el cambio de aire lo podía favorecer.
Finalmente
arribaron en algún tugurio y Bertín sintió que las luces y la música lo
embriagaban. Se hizo íntimo del alcohol, mientras Chiche hacia buenas migas con
una chica. Fue precisamente en el baño de aquel bar, al que acudió para
consumir Dios sabe que sustancia, donde notó que traía consigo la navaja, enana
protección hija del anterior intento de robo del que Luquitas y él fueron
víctimas.
Desaparecido
Chiche y bastante perdido en sí mismo, salió del boliche y encaró en su moto
para la zona de 60, en búsqueda de compañías contratadas. No recordaría más
tarde como acudió al lugar del crimen.
Sí tendría
por siempre acunada en la memoria, la imagen de esa mujer alta y semidesnuda,
vestida en medias rojas de red, que lo llamaba entrando al bosque. También
recordaría, aunque nunca lo confiese, como la chica se negaba a trabajar sin
ver antes el efectivo. Lo tiene claro porque en ese momento tomó con la mano
izquierda la navaja, en el bolsillo zurdo de la campera.