viernes, 19 de abril de 2013

Una Foto


Sé que no es irreversible este proceso, pero no quiero que vaya hacia atrás.
Las Pastillas del Abuelo.

Tardé un poco en darme cuenta de lo que estaba viendo, y donde lo había visto antes. Me pasa, a veces, de vez en cuando, algunos recuerdos grises se tornan oscuros para más tarde volverse difusos, tras cartón se pierden de forma eterna en algún cajón de mi memoria.

Pero, es evidente,  no sucedió así esta vez y ahí me encontraba, rascándome la cabeza en búsqueda de comprender porque la imagen me ponía tan triste. Algo adentro mío rechazaba la escena.

Después lo comprendí.

Era una habitación, con una pequeña abertura a la izquierda que llevaba a una pequeña cocina, confortable pero oxidada. Un calefón apostado por sobre la ínfima mesada invitaba a reflexionar sobre la antigüedad de la vivienda. Más acá, una mesa de madera, tosca, de una antigüedad nada coqueta y no disimulada, hacía las veces de estudio, comedor y soporte de TV, debajo de una persiana de madera blanca que hacía juego con las paredes. En la pequeña apertura, se veía, reinaba la noche.  En el techo, un foco inserto en una lámpara redonda iluminaba con una tenue luz amarilla que, en conjunto con las paredes, la cortina, la mesa y el calefón, remitían a una época en la que ni existía, como si la imagen fuese tomada con la primera cámara a color.

Un par de diarios en el piso, y en la única silla desocupada, completaban la escena bastante depresiva. Que aun así está inconexa. Y esto es así porque no mencioné, todavía, que sentada en la otra silla, con la mirada fija en la ventana, hay una persona. No está mirando la tele, que está apagada, ni está leyendo el diario, que está tirado, ni hay platos en su mesa, desconocemos si existen en su alacena, por lo que tampoco está cenando. Al parecer, su única ocupación es mirar a través de la apertura que se extiende delante suyo y de la que no se deja percibir ningún reflejo en sus ropas que de tan actuales parecen pasadas de moda. Porque, sin embargo, por lúgubre que sea el ambiente, más antiguo que todo parezca, la escena no deja dudas: Esto todavía no sucedió.

Y exprimo certeza de aquello, porque puedo reconocer al protagonista, que soy yo. No me engaña la notable pérdida de cabello, ni esos cuantos kilos menos. Me reconozco en la mirada, triste y perdida, en la ausencia de ambiciones, en la soledad absoluta de una foto que no existe y que el destino pudo haber sacado sola: Es la foto de un futuro sin vos. Por eso no me gusta nada.