El ser humano pasa toda la vida buscando un hogar.
Solamente el amor es la casa donde puede vivir eternamente.
P. Bosmans
Cómo
en toda carta de amor, en estas últimas que han sufrido la moda de ser
públicas, las lágrimas se suceden mientras las palabras comienzan a florecer.
Intenté
con todas mis fuerzas evitar esta reseña. Es preferible convencerse y sentir
que no es verdad. Pero toda historia de amor tiene su final. Las películas más
sentidas contaran la historia de ese héroe que fue gestado en Grecia, conquistó
Europa y volvió a su tierra para coronarse de gloria. De cómo logró en muchos
pasar del odio al respeto, como barrió con su escoba implacable las injustas
acusaciones que lo han perseguido hasta estos días. El reflejo de la pantalla,
mostrará cómo en un mundo de locos, egoístas y pobres, quien todo lo tiene
resigna aumentarlo y en cambio, se
arremanga y se propone despertar un gigante dormido.
Serán
emotivas las escenas donde se lo vea a Sebastián llorando con la remera de
Prátola. Épicas las policiales persecuciones que encontraran a su término a la
Bruja besando trofeos. Quizá hasta por engorrosos, quedaran afuera de la
producción una buena cantidad de premios individuales. Los némesis de la prensa, la ida de Calderón
y una experiencia sudafricana bastante ingrata subrayaran las escenas de
violencia. Cierro los ojos y todavía a veo a Sebastián en el Único, después del
partido contra Arsenal del 2006, señalando las que le sobran.